miércoles, 21 de octubre de 2009

Lo había olvidado...

Desde que volví de vacaciones día a día me levantaba para venir a trabajar sin ningún sentido, sin ganas y sin saber por qué.

Hace una semana lo volví a recordar, es cierto, he necesitado que esas personas por las que trabajo cada día me lo hayan recordado. Gracias.

Mi trabajo, muchas veces, mi vida consiste en estar con personas. Personas maravillosas, en general que no dejan de enseñarme y sorprenderme. Como aquel día.

Hoy vino un repartidor con un ramo de flores inimaginable, precioso y preguntaba por mi...
No podía ser, tenía que ser un error, ¡quién podría haberme mandado flores al trabajo!

Roja como un tomate y llena de emoción cogí el ramo y la tarjeta que le acompañaba. Estaba temblando. No pude esperar ni un segundo y abrí la tarjeta. No tengo pareja así que él no podría ser, ni amante anónimo, ni admirador (que yo sepa...). ¿Quién podría ser?

Empecé a leer: "Paula, gracias por todo lo que has hecho por mi durante estos días. Silvia."

Ha sido la carta de amor más bonita que he recibido nunca...

Gracias por recordarme lo maravilloso que es mi trabajo, todo lo que consigo en él y todo lo que aprendo. No puedes ni imaginar lo bien que me ha hecho sentir tu regalo, lo útil, segura y orgullosa que me siento gracias a tus palabras. Tu eres la razón de lo que hago, tu eres la razón por la cual vengo cada día. Me ha encantado conocerte y que hayas formado parte de mi vida aunque, realmente, espero no tengas que volver aquí, conmigo, porque eso significará que estás bien.

martes, 20 de octubre de 2009

Un regalo para todos vosotros

Este cuento apareció en mis manos un día cualquiera, casi por arte de magia, lo leí y sentí que tendría que compartirlo con todas las personas que me rodean. Hace mucho que no escribo y de hecho tengo algunos borradores pendientes de publicar pero creo que corre más prisa haceros este regalo a todos aquellos que de vez en cuando os dejáis caer por aquí. Espero que os guste casi tanto como a mi. ¡¡¡Un besazo a tod@s!!!

Este cuento se titula "El verdadero valor del anillo" y empieza así:

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E...encantado, maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Éstos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros se daban la vuelta y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado (más de cien personas) y batido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.

- Maestro-dijo-lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2ó3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo!- contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¿¿¿¿58 monedas????- exclamó el joven-

- Sí, yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé...si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. Tu eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, solo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.



¿Os ha gustado? Espero que lo tengáis presente, desde hoy, todos los días. Una sonrisa para ti.

sábado, 3 de octubre de 2009

Rayadita de la guardia nº 2

Hoy vuelvo a trabajar, inevitablemente ya está comenzando la rutina, mi rutina. Aún estoy más allí que aquí pero tengo que volver aunque no quiera. En un famoso cuento decían: "No se está en ningún sitio mejor que en casa" y sin embargo, yo hace tan solo unos días a miles de kilómetros de casa fui una princesa.


Muy pocas veces me he sentido así, de hecho, hacía muchos años que no experimentaba esa sensación. Os parecerá un poco ridículo pero daba igual la ropa que llevase o si aún tenía legañas y el pelo enmarañado, me han hecho sentir con traje de lentejuelas y cucurucho en la cabeza, una princesa de verdad.


Pensé, o quise creer que las princesas no existían y que si no era así que yo jamás llegaría a ser una pero hoy puedo decir que existen y que yo por un momento lo he sido y así me lo han hecho ver. Me despreocupé, me cuidaron, me mimaron y simplemente...porque sí.


Y es cierto, he llegado a casa y me siento agusto, segura, tranquila pero ya no soy una princesa. Ya solo soy una chica fuerte y valerosa de esas que no necesitan nada de nadie (o eso es lo que hacen creen e intentan creerse ellas mismas). Lo de estar aquí tiene sus cosas buenas pero ser siempre el guerrero agota y no estoy dispuesta a ser la defensora y cuidadora del mundo entero siempre. ¿Y a mí quién me cuida? Quiero volver a ser princesa!!






miércoles, 30 de septiembre de 2009

A mi desconocido amigo

Ya me había dado cuenta de que me observabas, de lejos, sin hacer ruido. Sabía que estabas detrás de las cortinas, escuchando.

No sé por qué extraña circunstancia de la vida nos vimos la primera vez. Pero me sorprendió volverte a ver, en otro lugar, por mi mente.

Y así empezaste a formar parte de mi vida. Sé que nuestro reencuentro no fue de forma casual, habías estado buscándome y no habías parado hasta encontrarme. Al verte allí, sonreí. Me sentí importante. Noté tu abrazo, tu caricia.

Ayer recibí una carta de amor tuya, gracias, me conmovió. A veces el amor llega de la persona menos esperada. Sé que aunque no te conozco puedo contar contigo.

Continuamente hay una frase que retumba en mi mente: " lloré cuando tu lo hiciste, reí cuando tu risa sonaba en tus palabras escritas, me emocioné cuando tuviste ese encuentro en la cafetería con tu desconocido..."

Gracias por ser mi fiel admirador, desde hoy, mi cazador de sonrisas.




Para ti.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Imaginandote

Cada vez que voy al retiro, como hoy, no puedo evitar acercarme a este lugar donde los árboles parecen sacados del cuento de Alicia en el país de las maravillas.

Siempre vengo aquí, me divierto imaginandote en aquel banco frente al gran vetusto árbol aguardando mi llegada. No puedo evitar reconocer que aquel día, según me fui acercando, paré de caminar, me apoyé en la barandilla y te estuve observando unos segundos desde allí arriba, maravillada por aquel paisaje, tu.
Parece que aún sigues allí sentado, en la misma postura desde entonces, inmerso en tu lectura, cabizbajo, con tu peculiar manga larga a pesar de ser un día de primavera de ésos que el sol deshace la ropa.

Ya no te busco, no me importa, tan solo te imagino, sin esperar nada a cambio, volviendo a disfrutar de esa sonrisa inocente cuya inocencia se desvaneció con el tiempo, se envenenó con miedos y mentiras.


Pero eso apenas lo recuerdo, ya dejó de tener sentido, tan solo imagino que aún sigue tu silueta, allí, lejana. Me divierte, sonrío, doy la vuelta y sigo mi camino.

martes, 11 de agosto de 2009

Una excusa para sonreir, una excusa para ser feliz

Sin duda hoy te fijaste en mi. Un día de los menos propicio, iba con la primera camiseta y pantalón que encontré por casa, con una cola de caballo y eso sí una amplia sonrisa, acababa de recibir una buena noticia.

Para celebrar mi buena noticia había decidido llevarme a tomar una cervecita para celebrarlo, inmersa en mis pensamientos y en mi nueva lectura, me estaba sabiendo especialmente bien esos instantes. Éso es disfrutar...

Te sentaste justo en la mesa de al lado y decidiste acompañarme con otra cerveza, tardes veraniegas en Madrid...

El tiempo fue pasando y tan solo te acercaste a pedirme un cigarrillo, sin atreverte a decirme con palabras lo que decía tu mirada. Pediste la cuenta pero no te levantaste, esperaste paciente a que yo me terminase la mía, sin hablar, solo clavando tu mirada cuando creías que no miraba.
Mi tiempo allí llegó a su fin y me levanté a pagar, te miré pensando que sería la última vez que nuestras miradas se comiesen a besos. Seguí mi camino.

Según daba un paso detrás del otro pensaba si seguirías mirando la estela que dejaba tras mis pasos y justo al doblar la esquina miré por el rabillo del ojo si seguías allí sentado en la terraza y casi se me corta la respiración cuando sentí tu olor. Giré la cabeza y ahí estabas justo detrás de mi, siguiéndome, sin dejarme ir. Caminamos juntos, como si nos conociésemos durante, quizá, un minuto, eterno y maravilloso minuto.

Pero como siempre ocurre en cualquier historia de amor, se acaba. Yo seguí mi camino y a ti te pareció muy lejos y en dirección opuesta al tuyo, así que dejaste de estar a mi lado.

Adiós amor, si tiene que ser nos volveremos a encontrar, si no.....
Increíble recuerdo, siempre me acordaré de ti. Gracias por hacerme sonreír.

Cuando vuelven los fantasmas

Soy una persona muy pensativa, sí, lo sé, demasiado. Pero la verdad es que el tiempo parece curarlo todo. El viento suele llevar lejos nuestro pasado, poco a poco, casi sin darnos cuenta hacia el olvido.
Sin embargo, de vez en cuando (no muy a menudo por suerte) vienen a visitarnos esos fantasmas del pasado que creíamos muertos. Y te preguntas qué tal le irá...ya sin odio, sin recriminaciones, sin amor, incluso con indiferencia (¿o no?), solo por recuerdo, por aquél suspiro de vida que compartisteis. Y te preguntas si en algún momento de su vida actual volverá nuestro fantasma y se preguntará lo mismo que tú, sabes que no te echará de menos, tu recuerdo no le despertará sentimientos de amor, ni de odio, quizás, solo se acuerde de ti por aquel minuto fugaz que compartisteis. Pero, ¿se preguntará como te va?
Estos días de visita son un poco raros, imprevistos, agridulces, te hacen sentir incómodo, más que incómodo fuera de sitio, ¿por qué tuvo que venir a visitarte si no le invitaste? En estos días, sin quererlo le buscas, sin esperar encontrarlo, creo que en realidad te alivia saber que no le encontrarás.
¿Es el pasado imposible de olvidar?¿de dejarle morir?
Son días tan, tan raros...